En sus memorias, “life”, Keith Richards cuenta lo mucho que le sigue

sorprendiendo lo fácil que es ahora para cualquiera grabar un disco y difundirlo

en internet. Afirma que entonces era algo así como saltar por encima de la

Luna.

El primer estudio en el que entró, según cuenta, fue el IBC, en Portland Place,

enfrente de la BBC, aunque no tenía nada que ver con ella. Glyn Johns, que

trabajaba allí, les consiguió unas horas. Pero, como explica, fue cosa de una

sola vez.

Tuvo que esperar a que Andrew Loog Oldham fuera a verlos tocar en el

Richmond y ahí, según sus propias palabras, “las cosas empezaron a moverse

a una velocidad devastadora”. 

Oldham había trabajado con Brian Epstein y había sido fundamental en la construcción de la imagen de los Beatles. Pero ambos habían discutido y él buscaba la forma de callarle la boca a Epstein.

La curiosidad es que Oldham, “el gran arquitecto de la imagen pública de los

Stones, creyó al principio que los perjudicarían sus pintas de melenudos,

sucios y maleducados”, dice el guitarrista. “Seguía con la idea de los uniformes

de los Beatles”. Al principio, se pusieron sus chaquetas en Thank You Lucky

Star, pero luego las mandaron a paseo y se fueron a comprar chupas de cuero

a Charing Cross Road.